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domingo, 9 de noviembre de 2008

Los edificios-cisnes del Vedado.
Por: Lázaro Sarmiento

El Hotel Nacional es uno de los edificios emblemáticos de Cuba. En sus habitaciones han dormido presidentes, nobles, divas del cine, mafiosos, celebridades deportivas y también gente sencilla y anónima. Desde hace algunos años, varias de las lujosas piezas de la instalación están reservadas cada día para trabajadores de la Isla que se han destacado en sus esferas productivas, científicas y artísticas.

Uno de los privilegios de alojarse en el Nacional lo constituye poder observar desde sus ventanas y jardines un conjunto de magníficas vistas de la ciudad. Por el este, La Habana profunda, de edificios descascarados y desvencijados; apuntalada por una población vital, joven y sensual que pasa mucho tiempo en la calle o en las puertas de sus casas.

Por el oeste y el sur del Hotel Nacional se extiende el Vedado. Y a unos metros está La Habana que heredamos del delirio inmobiliario de la década de los cincuenta. Luego vino el esplendor de La Rampa en los años 60. Los arquitectos extranjeros se pasean hoy por las aceras del Vedado como si atravesaran una enorme maqueta a de la arquitectura del Movimiento Moderno de la segunda mitad del siglo veinte.

En otras ciudades del mundo, los nuevos rascacielos, el asfalto implacable, las últimas modas o la voracidad consumista han aplastado el viejo glamour arquitectónico. El Vedado, sin ser invulnerable a la mediocridad o la improvisación, conserva muchas de sus mejores cualidades urbanísticas. Y sigue siendo el lugar preferido para vivir en la capital.

En 1960 Jean Paul Sartre se alojó en una de las habitaciones del Nacional. Luego escribiría: “Personalmente, me gustan los rascacielos: apreciados uno por uno, los del Vedado son bonitos. Pero los hay en todas partes y resultan un desorden de formas y colores. Cuando la mirada trata de unirlos, se les escapa: no hay unidad; cada uno vive por sí. Muchos son hoteles: el Habana Hilton, el Capri, veinte más.

“Es una carrera de pisos: Uno más. ¿Quién pone más? A los quince, el rascacielos es de bolsillo. Cada uno alarga el cuello para mirar el mar por encima del hombro de su vecino. Potente y desdeñoso, el Nacional vuelve la espalda a esa agitación”.

A la visión de Sartre le añado una apreciación desde la ventana de mi habitación en el hotel: los rascacielos enanos del Vedado no alargaban el cuello solo para mirar el mar. Por encima de las azoteas de sus vecinos querían observar un poco más allá.Querían ver Miami.


Fotos: Alfredo Zamora.

viernes, 13 de junio de 2008


Sombra siniestra en vidriera de la tienda El Encanto de Miami.
Por: Lázaro Sarmiento
Donde antes estaba El Encanto, la tienda más elegante de La Habana, se construyó hace años un parque sencillo donde las personas se sienten a descansar y ejercer una de las costumbres cubanas: ver la gente pasar. El Encanto contó entre sus clientes a Miroslova, John Wayne y María Félix y adquirió la exclusividad de los modelos de Christian Dior.

Este parque surgió en el corazón comercial de la capital no porque los urbanistas pensaran que los árboles son más atractivos que los maniquís y las vidrieras del considerado en su momento el templo habanero de la elegancia.

El parque existe porque la noche del 13 de abril de 1961 la tienda de seis pisos y 65 departamentos, que ya había sido nacionalizada por la Revolución, se vino abajo por la explosión de varias bombas. Fue un estallido aterrador que conmocionó a La Habana.

Entre las llamas murió Fe del Valle una de las humildes empleadas de la gigantesca tienda. Quizás ella nunca hubiera podido ahorrar el dinero suficiente para adquirir los lujosos vestidos que en los años cincuenta presentaba el exclusivo Salón Francés de El Encanto.

En medio de las lenguas de fuego que tiñeron de rojo de las calles Galiano, San Miguel, Amistad y San Rafael, Fe del Valle trató de salvar la mercancía y el dinero recaudado para construir un círculo infantil, tarea que le había confiado la entonces recién creada Federación de Mujeres Cubanas.

El parque inaugurado después de barrido el amasijo de hierros y escombros en los antiguos terrenos de El Encanto fue bautizado con el nombre de Fe del Valle.

Hace unos días en el Youth Fair de Miami se celebró la feria llamada Cuba Nostalgia. El evento incluyó desde la música de Fajardo y antiguos mapas del Vedado y de Miramar hasta souvenirs de Montmartre y una vitrina de El Encanto. Fue un Parque Jurásico en versión Pre-1959.
Desconozco si alguno de los miembros de la Asociación de Antiguos Empleados de El Encanto, fundada en Estados Unidos en 1990, recordó a Fe del Valle en el ambiente de esa Habana cada vez más imposible y lejana de los organizadores de Cuba Nostalgia. La prensa omitió el nombre de la víctima del brutal acto terrorista

El Nuevo Herald divulgó abundantes datos glamorosos de la tienda fundada en mil 888. Sobre el atentado solo incluyó la breve referencia de una antigua secretaria del emporio comercial que llegó a ser modelo: “Arias, que vivía a escasas cuadras de su lugar de trabajo, fue una de las testigos del fin de El Encanto en el incendio provocado por la explosión de varias bombas el 13 de abril de 1961.

“Fui a levantar a mi hijo de la cuna y vi caer el edificio como si fuera polvo. Fue una impresión tan grande que nunca pude volver a pasar por allí.”

Ninguna alusión a los terroristas - en la Florida son solo grupos “anticastristas”- que ejecutaron el atroz sabotaje.

Me indigna pensar que frente a la vitrina de El Encanto de feria montado en Miami para el evento Cuba Nostalgia, pudo pasearse uno de los siniestros personajes que idearon pulverizar la tienda más grande de La Habana y cegaron la vida de una mujer inocente.
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