sábado, 26 de septiembre de 2009

SUSAN SONTAG Y LA AVIDEZ POR LA VIDA

La famosa autora vista por su hijo.


Por: Lázaro Sarmiento

Era una escritora con un ojo imaginariamente dirigido a la posteridad. Esto afirma de Susan Sontag su hijo David Rieff en el prólogo del libro de Al mismo tiempo (Barcelona, 2008). El volumen reúne conferencias y ensayos concebidos por la brillante pensadora y novelista norteamericana durante los últimos años de vida (1933-2004).

Por estos días he vuelto a las páginas de este libro. Y es que Susan Sontag es un monstruo que me acecha con reiteración, al igual que Marguerite Yourcenar, Lillian Hellman y Patricia Highsmith. Yo siento un placer inmenso en dejarme devorar por la inteligencia, sagacidad y técnicas creativas de estas autoras.

Comparto algunas observaciones que sobre Susan Sontag publicó su hijo en el prólogo de Al mismo tiempo. Al referirse la agonía de su madre frente al cáncer que la mató, apunta: “No quería irse. No pretendo saber gran cosa sobre lo que sentía mientras agonizaba , tres meses en dos camas sucesivas de dos hospitales sucesivos, mientras su cuerpo se convertía casi en una enorme llaga, pero al menos eso sí puedo afirmar con certeza”

David Rieff dice que si tuviera una sola palabra para evocar a Susan Sontag sería avidez. Y recuerda la afirmación de la escritora: “Sabemos más de lo que usamos. (…) Y no sabemos siquiera lo suficiente”.


“Quería vivirlo todo, probarlo todo, ir a todas partes, hacer de todo. Incluso el viaje, escribió una vez, lo consideraba una acumulación. Y su apartamento, una suerte de reificación de los contenidos de su mente, estaba repleto casi hasta reventar de una colección, sorprendente en su disparidad, de objetos, grabados, fotografías y, desde luego, libros, libros sin fin”.

Para ilustrar lo difícil de clasificar la gama de intereses de su madre, Rieff cita lo que ella escribió en el cuento Proyecto de un viaje a China:

“Durante veinte años me he prometido que haría tres cosas antes de morir:
-escalar el Matterborn
-aprender r a tocar el clavicordio
-estudiar chino.”

En su septuagésimo cumpleaños dijo que lo que lo que más anhelaba era tiempo, “tiempo para emprender la obra que la escritora de ensayos le había distraído con tanta frecuencia y por tan largos períodos”.

Rieff considera que en Susan Sontag el goce de vivir y el goce de saber eran en verdad uno y lo mismo.

jueves, 24 de septiembre de 2009

LA HABANA, ANTIGUO CINE BAYAMO.


Por: Lázaro Sarmiento

Esquina de Belascoaín y San Rafael en La Habana. Aquí funciónó un cine de barrio hasta hace unos años. 850 butacas. Primero se llamó Wilson (en honor al presidente yanqui Thomas Woodrow Wilson), luego Miami y finalmente Bayamo. El cambio de nombre está relacionado con la historia de Cuba.

El cine se inauguró en 1920, año de máximo esplendor de la Danza de los Millones y a la vez de su aplastante y catastrófico final. El crítico Raúl Rodríguez en su libro El cine silente en Cuba (Letras Cubanas, 1992) recordaba que 1920 fue el año en que los norteamericanos consolidan su dominio económico en la Isla, del cual el cine era uno de sus numerosos intereses:


“Ese año la empresa Paramount termina de rodar en La Habana su producción El hábito no hace al monje. Filmar en Cuba representaba para los productores hollywoodenses costos de producción más baratos al pagarle menos al personal cubano que al norteamericano, a lo que se unía el pasar unas ‘vacaciones’ tropicales”.

El edificio del antiguo cine Bayamo acaba de ser remodelado y convertido en una tienda de muebles del Fondo de Bienes Culturales. La actividad del Fondo abarca la promoción y comercialización de las artes plásticas y decorativas, artesanía artística, antigüedades y servicios de diseño ambiental.

El local del Bayamo ha tenido mejor suerte que otras instalaciones cinematográficas de la calzada de Belascoaín en La Habana de las que no han quedado ni las paredes : Cuatro Caminos, Astor y Palace.


lunes, 14 de septiembre de 2009

HOTELES PARA AMANTES AL ATARDECER.


Por: Lázaro Sarmiento

Me atraen los pequeños hoteles de ciudad, discretos en el paisaje urbano. A veces lo único que los distingue entre las hileras de fachadas y edificios es ese cartel universal de cinco letras detrás del cual se esconden historias apasionantes o anodinas, intrigas y cariños, o la nada: HOTEL.

La primera vez que dormí en La Habana fue en una casa de huéspedes, Belinda, en la calle Neptuno, donde mi padre vivió un tiempo mientras buscaba una vivienda para mi madre y para mí que entonces tenía seis años de edad. Belinda era una casa de huéspedes lo suficientemente grande como para parecerse a un hotel chiquito.

Pero esos hoteles sencillos han ido desapareciendode La Habana con los años y los que existen en la actualidad están vinculados directamente al quehacer de organizaciones sociales o instituciones estatales.

Hoy me alegró descubrir un cartel de hotel que no había percibido en la calle Bernaza, frente al parque Albear, al inicio del bulevard de Obispo. El hotel se llama Ligerito y el nombre sugiere que presta servicios a la Industria Ligera.

Los amantes furtivos, los viajeros de paso, las parejas hambrientas de sexo, la gente misteriosa y los solitarios deben estar añorando los hoteles modestos de ciudad.



domingo, 13 de septiembre de 2009

DESNUDARSE FRENTE A EXTRAÑOS.

Por: Lázaro Sarmiento


La relación dura unos minutos. Por sus ojos pasan mis sonrisas dibujadas, las poses que ensayé, los abrazos con los amigos y también comidas disfrutadas. Ella no muestra pudor; actúa como testigo de los cuerpos amados y de varios intentos por atrapar la felicidad. Amor no te vayas. Su mirada esta acostumbrada al único strip-tease permitido por los moralistas. Durante una jornada atiende decenas de peticiones como la mía. Por eso acumula miles de gestos, camisas, aeropuertos, azules, labios, dientes… Hay que realizar retoques, aclarar escenas, cortar los bordes. Borra ese edificio. La vida es bella .Cuidado que se queda una mano fuera…”muchos años de paz y armonía…” (tal vez fue en inglés).La última es frente a un espejo, hotel Berkeley, París . Le pago su trabajo – estoy complacido- y ella dirige la atención hacia nuevos rostros, otras vidas. ¿Recordará mañana que tiré piedras en el río Bayamo? La labor continúa para la editora de fotografías.

Tomo el sobre en mis manos y camino por La Habana con la ilusión de que entré en la inmortalidad por la puerta de Photo Service.


(Publicado aquí con anterioridad)


viernes, 11 de septiembre de 2009

CUANDO BOLA DE NIEVE QUISO SER ACTOR.

Por: Lázaro Sarmiento


El artista excepcional que fue Ignacio Villa, Bola de Nieve, soñó con debutar como actor en una versión teatral de la novela El negro que tenía el alma blanca, escrita por Alberto Insúa, autor nacido en Cuba y radicado en España. La obra había sido llevada al cine en tres ocasiones y Bola había visto una de las adaptaciones durante un viaje a Madrid. Lo cuenta el escritor Humberto Arenal en su libro de crónicas Encuentros.


En 1963 Bola de Nieve se reunió en La Habana con Humberto Arenal para entregarle un ejemplar de la novela y pedirle que hiciera una adaptación teatral:

“Él (Bola) haría el papel masculino principal y alguna de las principales actrices cubanas (quizás pudieran ser María de los Ángeles Santana, Raquel Revuelta o Rosita Fornés) el femenino. (…) Estaba tan sorprendido que lo dejé hablar extensamente sobre el proyecto. Al final de la conversación le expresé que me entusiasmaba mucho la idea, pero que en esos momentos yo tenía varios trabajos a la vez y era muy poco el tiempo libre del que disponía. Quizás unos meses después podría hacerlo”.

Humberto Arenal recuerda que Bola lo llamó posteriormente y le reiteró dos cosas: tenía un gran interés en debutar como actor interpretando esa obra y seguía pensando que él (Humberto) era el dramaturgo y director ideal.

La última vez que ambos hablaron del proyecto de llevar al teatro El negro que tenía el alma blanca fue en 1970, un año antes de la muerte de Bola de de Nieve.




Felicitaciones de mano en mano. Arriba, tarjeta de felicitación mandada a imprimir por Bola de Nieve. En una ocasión, su hermana Raquel Villa le regaló varias de estas tarjetas al productor discográfico Jorge Rodríguez, quien a su vez me obsequió una de ellas.
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